Homo insolitus 47: Verdades evidentes

Homo insolitus 47: Verdades evidentes

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, redactada el 4 de julio de 1776, dice lo siguiente:

Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios…

Muy bonito si se hubiese cumplido alguna vez. En aquel país, que luchaba por independizarse de Inglaterra en nombre de la libertad, había cientos de miles de esclavos procedentes de África, esclavos que no disfrutaban de esa libertad y de ese derecho a buscar la felicidad que la Declaración de Independencia les aseguraba como iguales. Claro, siempre y cuando fuesen considerados «hombres». Ahí estuvo el truco.

Esa contradicción entre ser pioneros en el reconocimiento de los derechos de las personas y, a la vez, tener miles de esclavos (millones con el tiempo), marcó el primer siglo de la historia de Estados Unidos.

Tengan en cuenta esto cuando lean la historia que les contaré a continuación.

Nuestro protagonista masculino es Richard Mentor Johnson (1780-1850), nacido en Louisville (Kentucky, aunque hasta 1792 era parte de Virginia). Fue diputado en la legislatura de Kentucky y miembro de la Cámara de Representantes, con tan solo veintidós años, desde 1806 hasta 1819, cumpliendo seis mandatos consecutivos. Además, fue un héroe de la Guerra de 1812 contra Inglaterra —se le atribuye la muerte del famoso jefe Shawnee Tecumseh—, estuvo a punto de ser secretario de guerra con el presidente James Monroe y fue senador entre 1822 y 1829.

Unos años antes, en 1815, tras la muerte de su padre, el coronel Robert Johnson, Richard heredó a Julia Chinn, una esclava «octooon» (un octavo de ascendencia africana y siete partes de europea) que había crecido a su vera. Se desconoce quiénes fueron sus padres y la fecha exacta de su nacimiento, aunque se sabe que fue criada desde niña por la madre de Johnson, Jemima Suggett Johnson.

Pronto, Richard y Julia se convirtieron en pareja, pero, como el matrimonio interracial era ilegal en Kentucky, no pudieron casarse. Además, en aquel estado no se permitía la emancipación. Podían haberse mudado de estado, pero decidieron quedarse en su granja del condado de Fayette. Eso sí, convivieron durante años como matrimonio de hecho y tuvieron dos hijas (Adeline e Imogene), reconocidas por Johnson. Es más, Julia era la que se encargaba de la gestión de la plantación de Johnson, durante sus ausencias laborales, y, por lo tanto, era la que tenía que dar órdenes tanto a los esclavos como a los empleados blancos. Y no dudaba en mostrarse como anfitriona en las cenas y convites que organizaba el político.

Pero en 1828, cuando Johnson pretendía ser reelegido como senador, estalló el escándalo de su relación con Julia Chinn. Los esclavistas de su estado no daban crédito y protagonizaron una brutal campaña de descrédito. Johnson, acusado públicamente de tener una relación interracial, se defendió diciendo que se había casado con la que consideraba su esposa ante Dios y que si él no había encontrado objeciones, nadie más tenía que buscarlas. Era, en el fondo, un acto de tremendo cinismo por parte de sus rivales esclavistas, ya que la mayoría de los dueños de esclavos tenían relaciones, consentidas o no, con sus esclavas y esclavos. Pero claro, Johnson hacía gala de ello y trató abiertamente a Julia como su esposa de facto. Pagó cara su osadía: no fue reelegido como senador, en parte porque sus compañeros de partido no querían que su movida personal afectase a la elección de Andrew Jackson (1767-1845) como presidente.

Pero en 1833 Julia falleció por una fatídica epidemia de cólera. Johnson, tras renunciar al senado en 1829, volvió a ejercer como congresista, hasta que ocho años después, en 1836, apoyado por el popular Jackson, por entonces presidente, se presentó a las elecciones como aspirante a vicepresidente de Estados unidos por el Partido Demócrata junto a Martin Van Buren (1782-1862). Ganaron y compartieron legislatura entre 1837 y 1841, aunque se produjo algo sorprendente: Johnson fue el candidato más votado, con 147 votos electorales, pero se quedó a uno de la mayoría necesaria, así que tuvo que decidir el Senado, donde ganó por 36 a 16 frente al candidato del Partido Whig Francis Granger. Fue, por lo tanto, el único vicepresidente elegido por el Senado, en virtud de la 12ª Enmienda a la Constitución, en toda la historia de Estados Unidos.

En la siguiente contienda electoral su partido no le volvió a nominar y volvió a presentarse como congresista por Kentucky, cargo que ejerció hasta su muerte, el 19 de noviembre de 1850.

Sus dos hijas, Imogene y Adaline Johnson, recibieron una educación similar a la de los blancos de clase alta y ambas se casaron con hombres blancos. Además, recibieron propiedades (esclavos incluidos) de su padre. Y todo ante la indignación de los esclavistas de su condado, como demuestra esta nota publicada en el Lexington Observer and Kentucky Reporter en 1832: « Esta es la segunda vez que los sentimientos morales de la gente del condado de Scott se han conmocionado e indignado por el matrimonio de una hija mulata del coronel Johnson con un hombre blanco, si es que es hombre, que a partir de ahora se degradará a sí mismo y se convertirá en un objeto de desprecio y aborrecimiento para toda persona que tenga la menor consideración por la decencia, por una pequeña propiedad y que pueda considerarse un hombre blanco».[1]

También es cierto que en una biografía de 1834 (escrita por William Emmons y Ely Moore), publicada como propaganda al comienzo de la campaña para las elecciones de 1836, no se decía ni una palabra de Julia, fallecida un año antes, ni de sus hijas. Había que ocultar el affaire.

Todo esto nos puede parecer sorprendente a los europeos de hoy en día. Pero Estados Unidos era, y es, un país de contrastes y contradicciones. En 1858, el mismísimo Abraham Lincoln, del Partido Republicano, durante la campaña por la presidencia de 1860, explotó la relación de Johnson con Chinn para ganar puntos contra su rival, Stephen A. Douglas, demócrata y amigo de Johnson. Lincoln mostraba simpatías hacia los abolicionistas, pero no dudó en dejar claro, en algunos debates contra Douglas, que no estaba a favor de la plena igualdad entre negros y blancos. Lincoln ganó aquellas elecciones y, unos años después, fue el principal responsable de que la esclavitud fuese abolida. El camino hacia el reconocimiento de los derechos de los negros como hombres “que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, como la libertad y la búsqueda de la felicidad”, tardaría mucho más tiempo en recorrerse…

Una última nota a modo de conclusión: Johnson, como ya comenté, falleció en 1850. Su hija Adeline lo hizo en 1836, e Imogene, por derecho, debería haber sido la heredera. Pero un tribunal del condado de Fayette consideró que era ilegítima y que no tenían ningún derecho, dejando claro que Johnson «no dejó viuda, hijos, padre o madre viviendo».

[1] http://rdhardesty.blogspot.com.es/2013/05/a-deliberately-forgotten-woman.html

Publicado el domingo 20-05-2018 en La Voz de Almería

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