Homo insolitus 18: Los amantes de Vendôme

Homo insolitus 18: Los amantes de Vendôme

El 8 de noviembre de 1954, una joven francesa llamada Denise Labbé ahogó a su hija de dos años en un barreño de agua con lejía. El crimen, como es lógico, conmovió a Francia, especialmente cuando se supo que la homicida había actuado inducida por su amante. Se trató de una perturbadora y siniestra prueba de amor…

deniseDenise nació el 17 de marzo de 1926 en la pequeña aldea de Melesse, cerca de Rennes, en la Bretaña francesa. En 1940, cuando solo tenía catorce años, su padre, el cartero del pueblo, se suicidó lanzándose a un canal, preocupado, al parecer, por la invasión alemana. La joven Denise tuvo que dejar sus estudios y ponerse a trabajar como empleada de hogar o costurera, aunque, cuando pudo, asistió a clases nocturnas en la Universidad de Rennes para intentar labrarse un futuro mejor.

No le faltaron amoríos en aquella ciudad universitaria, aunque el más importante fue un médico con el que llevó a convivir durante un tiempo, hasta que el tipo decidió marcharse voluntariamente a la guerra de Indochina, conflicto que duraría cerca de una década y que terminó con la perdida de la joya de la corona colonial francesa (en 1954). Lo que no sabía Denise es que estaba embarazada de una niña que nacería en ausencia de su padre.

Poco antes, la ambiciosa joven había conseguido un puesto como secretaria en el Instituto Nacional de Estadística de París. Iba poco a poco prosperando, por eso, cuando regresó su amante de la guerra, un par de años después, alcoholizado y deprimido, no dudó en abandonarle a su suerte y criar sola a su hija, la pequeña Catherine. Todo iba a las mil maravillas hasta que conoció a un joven estudiante de filosofía, tres años más joven que ella, llamado Jacques Algarron, del que se enamoró perdidamente.

Denisse y Algarron2Algarron, nacido en París el 26 de enero de 1930, era el hijo bastardo de un anciano comandante de infantería de setenta años y de su amante de treinta. En 1952, tras una adolescencia algo disoluta, decidió ingresar en la Academia Militar de Saint-Cyr, en la Bretaña francesa, para hacer carrera. Era un joven inteligente y culto, y un apasionado de la filosofía que admiraba casi con devoción la obra de Friedrich Nietzsche y su teoría del superhombre. De hecho, estaba convencido de que era uno de aquellos hombres del mañana que había anunciado el filósofo alemán.

Se conocieron en una sala de fiestas durante la celebración del 1 de mayo de 1954. Denise tenía veintiocho años y una niña de dos; Algarrón, veinticinco y dos hijos no reconocidos―de casta le viene al galgo―. Solos dos bailes sirvieron para que prendiera la llama. Fue el comienzo de una tórrida y explosiva relación en la que rápidamente asumieron papeles distintos. Ella, una enamorada sumisa; él, un violento y manipulador amante. Además, llevaron sus encuentros sexuales al límite, jugando con otras parejas, realizando orgías o practicando el sadomasoquismo, en parte por el profundo afecto que Algarron sentía por la obra del Marqués de Sade.

daHabía mucho de enfermizo en aquello. En alguna ocasión, Denise llegó a escribirle a su amante: «Los arañazos de mi espalda están empezando a sanar, como desesperadamente tuve la ocasión de comprobar esta mañana». Habían creado una extraña y desigual relación basada en el dominio. Tanto es así que solo un par de meses después, el 7 de agosto de 1954, Alcarron le comentó a Denise que el verdadero amor había que demostrarlo mediante la entrega absoluta, incluso si se tenía que llegar al extremo de tener que matar a alguien para demostrarlo, una perversa manera de ver las relaciones amorosas que recordaba a la filosofía de Nietzsche, aunque tremendamente malinterpretada por Alcarron, que de alguna manera andaba buscando una especie de superpareja. «Que el hombre tema a la mujer cuando ama. Entonces ella es capaz de realizar cualquier sacrificio, y todo lo demás resulta sin valor», había dicho alguna vez el sabio alemán.

La primera orden cruel que aceptó Denise fue la de abortar, nada más comunicarle a su amante que estaba embarazada. Pero no era bastante. El 29 de agosto le preguntó, durante una cena en un restaurante parisino, si estaría dispuesta a matar a su hija Cathy como muestra de amor supremo. Denise aceptó, aunque con ciertas reservas.

El 22 de septiembre intentó arrojar a su hija desde la ventana del piso de su madre, pero le fallaron las fuerzas. Una semana después, la tiró a un canal, pero se arrepintió y pidió ayuda para rescatarla. El 16 de octubre lo volvió a intentar por tercera vez, tirándola a un río, pero de nuevo consiguieron salvar a la niña. «Mi madre siempre está con Catherine. Te puedo asegurar que no va a ser fácil», le escribió a su amante…

Finalmente, el 8 de noviembre, mientras pasaba unos días con su madre y su hermana en Vendôme, lo consiguió: introdujo a la niña en un profundo barreño de metal, lleno de lejía, y la mató.

Una vez completado el crimen mandó una postal a su amante con este escueto mensaje: «Catherine ha muerto. Espero verte pronto». Cuando Algarron recibió la noticia (según testimonio de Denise) exclamó: «Estoy desilusionado; ahora me doy cuenta de que aquello no significaba nada para mí». Claro, a él lo que le importaba era el poder. Todo aquello sobre el sacrificio de los amantes era pura palabrería.

Recuerden, solo llevaban juntos desde el mes de mayo.

Denisse y AlgarronDenise, siguiendo consejos de su abogado, dijo que había sido un accidente, que el bebé se había caído en el barreño. Pero no la creyeron y fue arrestada. Le acusaron de asesinato y por los tres intentos anteriores. Como es normal, se defendió culpando a su amante. «Soy la amante de Jacques Algarron, teniente de la Academia de Artillería de Chalons-sur-Marne. Él fue quien me obligó a matar a mi hija para probarle que le amaba», reconoció.

A finales de mayo de 1956 se celebró el juicio. Denise fue condenada, aunque con atenuantes, a cadena perpetua, esquivando la pena de muerte. Algarron fue condenado, como responsable de haber provocado el crimen, a veinte años de trabajos forzados. Durante el juicio se descubrió, gracias a una de las testigos, una antigua amante del criminal, que llevaba tiempo buscando a una mujer influenciable y sumisa para poder moldearla y manipularla a su antojo. La encontró en Denise. Desafortunadamente.

Publicado el domingo 17-09-2017 en La Voz de Almería

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