Homo insolitus 28: «Váyase»

Homo insolitus 28: «Váyase»

28 de junio de 1914. Gavrilo Princip, un nacionalista serbo-bosnio, asesinó al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del imperio Austrohúngaro, y a su esposa, Sofía Chotek. Austria declaró la guerra a Serbia, a la que apoyaban Rusia, Francia e Inglaterra, que comenzaron a movilizarse contra Austria y contra Alemania. Había estallado la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, un conflicto bélico que terminó cuatro años después, el 11 de noviembre de 1918, con la derrota de Alemania y más de quince millones de víctimas, entre militares y civiles. Pero la historia que les quiero contar es otra. Hoy quiero hablarles de Dorothy Lawrence, una joven periodista que tuvo las agallas de hacerse pasar por hombre para colarse en el frente…

Dorothy.Lawrence.womanNo está muy claro cuándo nació, aunque tuvo que ser en la década de 1890, ni dónde, aunque se cree que fue en Hendon, una localidad del Middlesex inglés. Tampoco se sabe quiénes fueron sus padres; solo que fue adoptada cuando era un bebé por un tutor de la Iglesia de Inglaterra y que su madre, una tal Dorothy, tenía solo 13 o 14 años.

Lo cierto es que antes de 1914, cuando estalló la guerra, nuestra joven protagonista había publicado varios artículos para The Times, así que decidió que sería interesante relatar desde la línea del frente cómo se desarrollaba el conflicto. Obviamente, no podía alistarse en el ejército, así que lo intentó con varios periódicos. Todos la rechazaron. «¿Supones que vamos a enviar a una mujer cuando incluso nuestros propios corresponsales de guerra no pueden salir por amor o dinero?», le dijo alguno. Piensen que en aquella época las mujeres periodistas brillaban por su ausencia.

Su segunda opción era el Voluntary Aid Department («Departamento de Ayuda Voluntaria»), una organización que llevó a miles de mujeres a la contienda para atender en labores de retaguardia, pero tampoco lo consiguió. Así que, decidida a adentrarse en zona de guerra y «ver lo que una chica inglesa común, sin credenciales o dinero podía lograr», viajó hasta Francia en el verano de 1915 y consiguió llegar muy cerca de la línea del frente, aunque terminó siendo detenida por la policía francesa en Senlis, a solo tres kilómetros. Le soltaron un rotundo «váyase».

No piensen que cesó en su empeño. Tras dormir en mitad del bosque, se marchó hasta París y comenzó a idear la que sería su última posibilidad: hacerse pasar por varón, disfrazarse de soldado e intentar colarse en el frente. Para ello confeccionó un corsé con rellenos de algodón que permitía disimular sus femeninas curvas, vendó sus pechos, se cortó el cabello y oscureció su piel con cera para para muebles. Además, consiguió un uniforme gracias a un par soldados que conoció en una cafetería de París (sus «cómplices caquis» les llamó), que también le enseñaron a comportarse como un hombre y a disparar un arma. Por último, decidió crearse una nueva identidad, Denis Smith, del primer batallón del Regimiento de Leicestershire, y se marchó para el frente en agosto de 1915. Primero en tren hasta Amiens, y luego, desde allí, hasta Albert, un pueblo conocido como «el frente del frente», muy cerquita del río Somme.

article 2537793 1A93767800000578Allí se unió a 179 Tunneling Company, de la 51ª División, perteneciente a los Royal Engineers, comúnmente conocidos como los zapadores, soldados especializados en ingeniería militar que se dedicaban a construir carreteras, puentes, aeródromos y demás tareas de apoyo técnico miliar. Esta compañía, de hecho, trabajaba excavando túneles debajo de la zona de nadie, entre trincheras, para adentrarse en las líneas alemanas y colocar minas. ¿Cómo consiguió colarse entre los zapadores? Gracias a Tommy Dunn, un soldado de esta división que, tras interesarse por su historia, protegió a Dorothy en una cabaña en el bosque, cerca de Senlis, a la que cada día le llevaba algo de comida que recolecta entre sus colegas, hasta que vio el momento oportuno para colarle en el frente.

Durante un par de semanas fue un soldado más, uno de tantos que se jugaba la vida en el frente del río Somme (que un año después acabaría siendo el lugar donde se desarrolló una de las batallas más cruentas y largas de la Gran Guerra). Incluso ayudó a su principal cómplice, Dunn, a cavar algún túnel. Pero no pudo soportar ni el fuego incesante, ni el hambre, ni la fatiga, ni el tremendo frío del norte de Francia, y, tras desmayarse en un par de ocasiones, acabó revelando la verdad a sus superiores por miedo a que sus cómplices pagasen por ayudarle. No les delató, aunque años después explicó que le habían ayudado hasta diez soldados. Nunca sabremos por qué. Quizás querían que el mundo conociese el horror de la guerra.

Las autoridades intentaron silenciarla por miedo a quedar en vergüenza si se descubría que una chica de solo veinte años se había colado en el frente. Tampoco se creían su historia y algunos altos mandos pensaron que podía ser una espía. Así que, tras recluirla un tiempo en un convento, fue trasladada a la sede del Tercer Ejército en Calais, donde la interrogaron a conciencia. Era verdad lo que contaba, pero no le dejaron contarlo tras ser liberada. La Oficina de Guerra, apelando a la Ley de Defensa de Reino de 1914, se lo prohibió. Tuvo que esperar hasta el armisticio de 1918, y al año siguiente, tras mudarse al distrito londinense de Canonbury, publicó Sapper Dorothy Lawrence: The Only English Woman Soldier («Zapadora Dorothy Lawrence: la única mujer soldado inglesa»), su libro de memorias de la guerra, que gozó de cierta difusión.

Pero no tuvo suerte en la vida. Imposible trabajar como periodista en la alicaída y machista Inglaterra de los años veinte. Sin familia, malvivió como pudo. Su comportamiento se fue haciendo cada vez más errático y disperso, tanto que hacia 1925 fue ingresada en el Lunatic Assylum Colney Hatch en Friern Barnet, al norte de la capital inglesa.

Allí estuvo durante 39 años, hasta que falleció en 1964. Y allí reveló, a quien quiso oírle, que en su infancia había sido violada de manera sistemática por su tutor de la Iglesia de Inglaterra.

Durante muchos años se creyó que se trataba de una leyenda, hasta que a principios de siglo un tal Richard Bennett, nieto de uno de los cómplices de Dorothy, Richard Samson Bennett, encontró su autobiografía mientras investigaba la historia de su familia en el Royal Engineers Museum de Chatham (Inglaterra).

Aunque se trata una Homo insolitus ejemplar, no fue la única mujer que se hizo pasar por soldado… Pero esa es otra historia.

Publicado el domingo 03-12-2017 en La Voz de Almería

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