Homo insolitus 29: El Méliès español

Homo insolitus 29: El Méliès español

El 17 de octubre de 1871 nació en Teruel Segundo Víctor Aurelio Chomón y Ruiz, un señor que con los años se convertiría en director de cine, fotógrafo, experto en efectos especiales y creador de decorados, todo un pionero en el mundo del séptimo arte que, sin embargo, no es del todo conocido en nuestro país. Si les parece, les voy a contar brevemente quién fue.

Se conoce bastante poco sobre su infancia y adolescencia, aunque sabemos que fue una persona ilustrada, ya que comenzó a hacer la carrera de ingeniero (para lo que tenía que tener el bachiller), aunque no está muy claro si acabó o no la carrera. Hay quien dice que la tuvo que interrumpir para hacer el servicio militar en Cuba, en aquella época un foco de tensión importante por las revueltas independentistas, en las que se vio inmerso nuestro protagonista.

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Se sabe también que, nada más regresar de cuba, en 1897, viajó a París, donde descubrió, maravillado, el invento de los Lumière. Nada más ver la primera cinta los famosos hermanos franceses, tomó la decisión de dedicarse plenamente al cine, comenzando en primer lugar por la impresión de títulos en castellano para las películas extranjeras y con el coloreado a mano de las copias de filmes fantásticos. Allí, por cierto, conoció a su esposa, la vedette Julienne Mathieu, que trabajaba coloreando películas para George Méliès.

Segundo de Chomón fue el creador de un género único en el mundo: la  zarzuela cinematográfica, que se inició en los primeros tiempos del cine como sucedáneo teatral y que anticipaba, rudimentariamente, al cine sonoro. Aquel cine parlante fue una tabla de salvación ante la competencia que suponía el teatro y se hacía mediante la sincronización de la imagen cinematográfica y un disco fonográfico. Así, Chomón anticipó a su manera el cine sonoro.

1442228151800Comenzó a realizar películas de manera compulsiva, tratando temas que iban desde la comedia ingenua a las más fascinantes fantasías. Dos de ellas, Adiós de un artista y Amor gitano le dieron un enorme prestigio. Pero también dedicó su tiempo al cine documental, del que también fue pionero, destacando su Boda de Alfonso XIII, dirigida en 1906, cuando ya trabajaba para la productora francesa Pathé. Pero, aparte de estos filmes de consumo, también se fue desarrollando como cineasta con títulos más arriesgados como  El biombo de Cagliostro, La casa de los duendes, El castillo encantado o Choque de trenes, de 1902, la primera película española donde se utilizaron maquetas.

En 1905 Los guapos del parque  causó verdadera sensación, al igual que su particular versión de Gulliver en el país de los enanos, del mismo año,  un notable ensayo de trucos y fantasías, logrados con la utilización de la doble impresión y que constituye una gran innovación dentro del cine mundial.

Si en algo destacó Segundo de Chomón es por ser un pionero, a la altura de Méliès, si no más, del género de la ciencia ficción, especialmente del tema de los viajes espaciales. No es casual que uno de sus primeros films sea Eclipse de Sol, en el que, por primera vez, se grababa un eclipse con cámaras de cine. Poco después, tras ficharle la Pathé, con la intención de que fuese la competencia de Méliès, rodó joyas como Voyage dans le planète Júpiter (1907), Voyage dans la Lune (1907) o  Mars (1908). Pero abordó otros campos del género fantástico, como la obra de 1905 L´etang enchanté (“El lago encantado”), rodada totalmente en exteriores y en la que aparecen hadas y gnomos; Gulliver en el país de los gigantes, film rodado en España ese mismo año;  o La lègende du fantôme de 1907, rica y sugestiva, con unos decorados fantásticos y complejos, propios de un cine posterior.

Pero su obra maestra, y su film más conocido, fue El hotel eléctrico, rodada en Barcelona en 1905, lo que le convertiría en la primera película de animación de la historia. La cinta proponía un futuro idealizado en el que la tecnología robótica había suprimido el trabajo de los criados. Todo se hacía con rudimentarias computadoras, gracias a la magia de la electricidad. Imaginen, estamos hablando de principios del siglo XX.

El problema es que no está del todo claro que esta cinta sea de 1905, y no es una cuestión baladí, ya que la cinta rivaliza con The Haunted Hotel (El hotel encantado), de un tal Stuart Blackton, de la que siempre se ha dicho que estaba basada en la obra de Chomón, por el honor de ser el primer film de animación. Algunos proponen que fue en realidad Chomón el que plagió esta otra obra…

Por aquella misma época comenzó a abordar labores técnicas para otros directores, destacando especialmente su participación en tres películas del gran Ferdinand Zecca, Excursión a la luna, El pescador de perlas y Vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo. En esta última se utilizó por primera vez, gracias a él, un travelling en interiores (una cámara sobre una plataforma con ruedas).

En 1910 regresó a Barcelona, donde formó sociedad con el empresario de variedades Joan Fuster Garí, rodando la friolera de 37 cintas, pero poco después volvió llegó a un acuerdo con  Pathé para crear una productora en España, la Ibérico, para la que realiza once películas entre agosto de 1910 y marzo de 1912. Sus estructuras narrativas ganan en complejidad haciéndose progresivamente más elaboradas. Poco después ficho para la productora italiana Itala Films de Giovanni Pastrone para trabajar como operador de efectos especiales, colaborando en varios títulos, entre los que cabe destacar su participación en Cabiria, una obra maestra del cine mudo que influiría enormemente en la Intolerancia de D. W. Griffith.

Su trabajo más famoso, junto a Cabiria, fue Napoleón, la megalómana epopeya fílmica dirigida por Abel Gance entre 1925 y 1926, en la que también trabajo como cámara y como experto en trucajes.

No se conoce el título de la última película en la que intervino, pero se sabe que la rodó en 1928, en Marruecos y en color, mediante el procedimiento Keller-Dorien, convirtiéndose otra vez en un pionero. A su regreso contrajo una enfermedad que acabaría con su vida el 2 de mayo de 1929, a los cincuenta y siete años, en París. Fue enterrado en el cementerio Pantin y, al no ser renovado el contrato de cinco años de la sepultura, fue a parar a una fosa común. Un final acorde con lo que había sido su vida y su obra, eclipsada bajo el nombre y prestigio ajenos o hundida a efectos legales en un anonimato del que laboriosa y esforzadamente ha sido, por fin, recuperado de forma definitiva.

Sirva este Homo insolitus de homenaje a este pionero español del séptimo arte.

Publicado el domingo 10-12-2017 en La Voz de Almería

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