La Gran Mentira de Rennes-le-Château. Revista digital «Diaphoros», Octubre de 2014.

La Gran Mentira de Rennes-le-Château

Por Óscar Fábrega

Una gran mentira, sí. Un cúmulo de mentiras a quemarropa, rumores infundados, teorías sin evidencia, ensoñaciones melancólicas, dimes y diretes. Una gigantesca patraña que acabó convirtiendo la curiosa y decadente historia de un curita rural que, sepa Dios por qué, se hizo rico de la noche a la mañana, no solo en un mito moderno sino, también, en un lugar común en el mundo del misterio con el que todo, temerariamente, se quiere relacionar.

Pero no importa. De hecho, al menos para mí, lo interesante de esta historia es la mentira―al margen de la insana curiosidad por saber qué demonios convirtió en millonario a aquel curita, recordemos, el autentico misterio que nos convoca―. Y es que, afortunadamente, desde un primer momento la imaginación tomó las riendas de la trama, acompañada, como era de esperar, por una necesidad casi angustiosa de generar réditos económicos por parte de algunos de los implicados. Aunque no todos. Aunque no siempre. En fin, veamos quién o quiénes han sido los mentirosos, los manipuladores, que han acabado construyendo, piedra a piedra, una de las historias “misteriosas” más interesantes del siglo XX. Eso sí, perdonen mi escepticismo.

CORBU

El primero fue Noël Corbu, un industrial parisino que fue el responsable del disparo que dio inicio a la carrera: gracias a sus informaciones, a mediados de enero de 1956 apareció en el periódico francés La Dépêche du Midi una serie compuesta por tres artículos, firmados por el periodista Albert Salamon y con el sugerente título de La fabuleuse découverte du curé aux milliards de Rennes-le-Château (El fabuloso descubrimiento del cura de los millardos de Rennes-le-Château). El título del primero de ellos, el del día 12, exponía lo que se acabó convirtiendo en una de las primeras explicaciones de este misterio: «¡A un golpe de pico en el pilar del altar mayor, el abad Saunière descubre el tesoro de Blanca de Castilla!».

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Artículos de la Dépêche du Midi

Corbu necesitaba rentabilizar la inversión que había hecho al adquirir el antiguo domaine de Bérenger Saunière, y para ello había montado un pequeño hotel familiar en la fastuosa y tremendamente hortera casa señorial, llamada Villa Betania, que aquel extraño cura rural se había construido en las inmediaciones de la hoy famosísima iglesia de Santa María Magdalena, en Rennes-le-Château, y junto a la que construiría la no menos famosa Torre Magdala. Pero claro, el negocio no fue un éxito, como cualquiera con un par de dedos de frente podía haber pensado. ¿Quién iba alojarse en aquel hotel, en un pueblo apartado del mundo, con una carretera de acceso terrible y con nada que ver ni visitar?

«O igual sí que hay algo que puede incentivar al personal», pensó Corbu. Y es que estaba el misterio, aún pendiente, de la fortuna del cura, aquel misterio que ni siquiera le había resuelto Marie Dénarnaud, la antigua criada y compañera del abad Saunière, a la que había comprado, más o menos, la propiedad (que a su vez había heredado ella de su inseparable partenaire Bérenger Saunière). Siempre defendió que la anciana Marie, en más de una ocasión le había dicho cosas como «No se preocupe usted por sus problemas de dinero, querido señor Noël. Usted ha sido muy bueno conmigo y, antes de morirme, le revelaré un secreto que le hará muy rico», o «Verás, querido, verás. Antes de morir, te contaré el secreto y tendrás tanto dinero que le tendrás que preguntar a la gente cómo gastarlo».

Desgraciadamente, se llevó el secreto a la tumba, ya que murió el 29 de enero de 1953 sin soltar prenda.

Y dejando a Corbu desolado. Había fallecido la única persona que podía revelar el secreto de la fortuna del abad Saunière, según ella misma había prometido. Eso sí, el testamento de Marie le cedía toda la finca, así como todo lo que había en su interior, incluidos los archivos del sacerdote, que contenían todas las facturas de las obras, sus diarios, su contabilidad y sus cartas. Igual gracias a esto conseguía dar con el origen de aquella enorme riqueza, pensaba Corbu, que cada vez estaba más convencido de que Saunière había encontrado un tesoro.

El tesoro existía.

Creía.

Pero no apareció ni una sola pista entre todos sus papeles. Y además, el dinero comenzaba a escasear y los gastos eran enormes, así que a Corbu se le ocurrió lo de montar un negocio, el Hôtel de la Tour, que se inauguró el día de Pascua de 1955, y que, como hemos comentado, fue un fracaso. Pero Corbu tuvo una idea magistral: vender el misterio como gancho para captar clientes. Así, en un primer momento, iba mesa por mesa contando la historia que él, por otro lado, iba construyendo a medias entre su investigación y su imaginación. Más tarde decidió grabar una cinta magnetofónica que ponía a sus clientes. Y finalmente, decidió contactar con Albert Salamon y publicar aquellos tres artículos en La Dépêche du Midi.

El anzuelo estaba lanzado. Y gracias a ello, a partir de la siguiente temporada, Corbu descubrió el único tesoro que encontraría en toda su vida: su Hôtel de la Tour comenzó a llenarse, el dinero a entrar y, de paso, la leyenda comenzó a crecer.

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Cartel que anunciaba el Hôtel de la Tour (http://www.benhammott.com/henri-buthion-bullet-riddled-car.html)

 

¿Cuál fue la versión de Corbu? Pues, en resumidas cuentas, que Bérenger Saunière, durante las obras de rehabilitación de la iglesia, al levantar la piedra del altar, encontró unos pergaminos que le sirvieron de pista, entre otras cosas que ya habrán comentado mis compañeros, para encontrar el tesoro de Blanca de Castilla (1188-1252), que había sido regente del trono francés mientras su hijo, Luis IX de Francia (1214-1270) y conocido como San Luis, estaba en las cruzadas. Veamos brevemente qué dice la Historia sobre estos personajes y que dijo Corbu al respecto: La reina Blanca fue nieta de la legendaria Leonor de Aquitania (1122-1204), hija de Alfonso VIII de Castilla (1155-1214) y esposa del monarca francés Luis VIII (1187-1226), conocido como el León, que falleció el 8 de noviembre de 1226, no sin antes proclamar soberano a su hijo Luis, que solo tenía doce años, por lo que su esposa, Blanca, se convirtió en reina regente, por primera vez. En 1248 su hijo, Luis IX, encabezó una nueva cruzada contra el Islam que acabó, como era de esperar, en un estrepitoso fracaso y con la captura del propio monarca. La marcha de su hijo hacia Tierra Santa provocó que la reina regresase a la primera fila de la política, haciéndose de nuevo cargo del país. Por esta época se produjo la llamada revuelta de los pastores, que Corbu señala como la causa de que la reina Blanca tuviera que trasladar el tesoro a un lugar seguro, a Rennes-le-Château, precisamente. De esto no existe confirmación histórica, pero sí de ese extraño suceso, la Cruzada de los Pastores: a mediados del siglo XIII, numerosos jóvenes de las regiones del norte del país comenzaron a engrosar las filas de un movimiento liderado por un curioso caudillo, conocido como el maestro de Hungría, un asceta iluminado de unos sesenta años que afirmaba que la mismísima Virgen se le había aparecido y le había pedido que iniciase la Cruzada de los Pastores con el fin de obtener para la cristiandad, de una vez por todas, las perdidas colonias de Tierra Santa. Consiguiendo reunir auténticas hordas de miles de personas, la historia se puso realmente compleja cuando los jóvenes cruzados deciden dirigirse hacia París, y convierten el movimiento en una auténtica subversión que amenazaba directamente a la Corona. Y a ello tuvo que hacer frente la reina Blanca, que por aquel entonces tenía cerca de sesenta años.

Tras entrevistarse con el maestro de Hungría, decide que lo mejor es dejarlos marchar. No en vano su intención era llegar a Tierra Santa, lo que podría representar una ayuda para su hijo, el rey San Luis, que había caído preso en Egipto —durante lo que se conoce como la Séptima Cruzada—.

En realidad lo que hizo fue dar permiso a una horda de muchachos que, dirigidos por un lunático, fueron saqueando y destrozando todo aquello que encontraban en su camino. Tanto es así que al final el propio maestro cayó muerto en una de sus tropelías.

Pues bien, Corbu propuso que Blanca de Castilla, al tomar el control del país mientras su hijo estaba preso en Egipto, y durante el episodio aquel de la revuelta de los pastores, se llevó el tesoro de la Corona a un lugar seguro, eligiendo para ello a Rennes-le-Château. Se trataba de un tesoro tan enorme que, cuando seis siglos después lo encontró Bérenger Saunière, no lo pudo gastar al completo, a pesar de derrochar a manos llenas.

Esto en resumidas cuentas, es algo realmente difícil de aceptar, ya que en la época de Blanca de Castilla, recordemos, aún estaba en marcha la Cruzada contra los cátaros del Languedoc, por lo que el pueblo protagonista de nuestra historia, situado en el centro de aquella región, no era el lugar más indicado para esconder el tesoro real. Aun así, Corbu afirmó que había sido llevado a Rennes y que el secreto de su localización solo lo conocía San Luis, quien a la vez se lo confió a su propio hijo, Felipe el Atrevido (1342-1404), su sucesor en el trono de Francia.

Lamentablemente, no existe constancia histórica de que se produjese ese traslado del tesoro real al sur de Francia, y mucho menos de que fuese llevado a Rennes-le-Château. ¿De dónde sacó aquella idea Corbu? Seguramente se trate de alguna leyenda local que toma como protagonista a un personaje de singular importancia y carisma como fue Blanca de Castilla.

Si Saunière encontró un tesoro, no fue el de la reina Blanca.

Sea como sea, esta misma versión aparece en un libro de 1962 del escritor e investigador Robert Charroux, titulado Trésors du Monde enterrées, emmurés, engloutis (Tesoros ocultos: enterrados, emparedados, sumergidos). Pero aquí hay un añadido clave: Saunière, según esta versión actualizada, viajó a París para intentar desencriptar aquellos pergaminos que había encontrado, algo que consiguió con la ayuda de algunos expertos, y que permitió guiarle hacia el tesoro.

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Portada del libro de Robert Charroux Trésors du Monde enterrées, emmurés, engloutis.

 

GISORS

Ese mismo año vio la luz otra obra clave, aunque no tenía nada que ver con Rennes-le-Château. Se trata de Les Templiers sont parmi nous, ou L’Énigme de Gisors (Los templarios están entre nosotros, o El enigma de Gisors), escrito por Gérard de Sède. En esta obra se plantea que un jardinero llamado Roger Lhormoy había encontrado bajo el suelo del castillo de la normanda ciudad de Gisors el tesoro de los templarios, tras la caída de la orden. Tesoro que vio de refilón y al que no pudo acceder posteriormente por diferentes motivos que no vienen al caso. Lo importante de esto es que la principal fuente de De Sède para aquella obra, junto a Lhormoy, fue un señor que se puso en contacto con el escritor tras leer un artículo de prensa previo a la redacción del libro: se trata de un tal Pierre Plantard, que, como pretendo demostrar en mi libro, Prohibido excavar en este pueblo, aportó las dos principales pruebas de cargo para demostrar la tesis clave del libro, que allí, en Gisors, se encontraba el tesoro del temple. Pruebas que, por otro lado, son absolutamente falsas.

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Portada del libro de Gérard de Sède Les Templiers sont parmi nous.

Fue el comienzo de una gran amistad. Y fue la entrada en escena del personaje clave en la gestación del mito de Rennes-le-Château, Pierre Plantard, que ya en el apéndice de aquel libro, esbozó parte de lo que sería la posterior cosmovisión que acabaría creando, centrada en una supuesta sociedad secreta llamada el Priorato de Sión.

EL ORO DE RENNES

Por aquel entonces, en 1962, Pierre Plantard había puesto sus ojos en otro tesoro y en otro misterio, en nuestra querida aldea del Languedoc. Y junto a su colaborador Gérard de Sède, publicarán en 1967 una obra clave: El Oro de Rennes, el primer libro centrado exclusivamente en esta historia y que aportó la versión estándar del mito, que básicamente viene a ser la que ya había contado Corbu, aunque ampliada: todo gira en torno a los cuatro pergaminos (antes no se había dicho cuantos eran), dos de ellos codificados, que consiguió desencriptar el curita gracias a la ayuda de Émile Hoffet, un religioso e intelectual experto en códigos que no solo descubrió el mensaje oculto en los textos (que permitió a Sauniére encontrar algo), sino que introdujo a nuestro protagonista en el ambiente esotérico y ocultista del París de principios del siglo XX. Introduce además varias novedades: por ejemplo, durante aquel viaje a París, según De Sède, había comprado varias reproducciones de cuadros, entre ellas una de Les Bergers d’Arcadie (Los pastores de la Arcadia) de Nicolas Poussin; además, menciona la existencia de una segunda lápida de Marie de Nègre y se introduce el personaje de Henri Boudet, el cura de Rennes-les-Bains, al que hasta entonces nadie había nombrado. Y, por cierto, extiende la lista de posibles candidatos a dueños del tesoro: no solo pudo ser el Blanca de Castilla, sino que plantea como posibles el tesoro de los Visigodos, el de los templarios, el de los cátaros o, lo que es más importante, un tesoro de índole no material. Y es que De Sède fue el primero en proponer, inspirado por ya sabemos quién, la conexión con los merovingios, la dinastía franca que gobernó parte de Francia durante siglos y que, según ciertas fuentes que manejó, había sobrevivido en secreto, tras la muerte de Dagoberto II, precisamente en Rennes-le-Château, donde vivió escondido el hijo de este, Sigeberto IV, el iniciador de un linaje que llegaría en la sombra hasta la actualidad y que, por lo tanto, era legitimo pretendiente al trono de la republicana Francia.

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Diferentes portadas de L’Or de Rennes de Gérard de Sède.

LINCOLN Y CIA.

Esta obra, El oro de Rennes, llegó, dos años después de su publicación, en 1969, a manos de otro personaje clave en este lio: Henry Lincoln, un guionista de televisión inglés que rápidamente se quedó prendado, como tantos otros, de este misterio. Tanto que comenzó a investigarlo, descubriendo algunas cositas, y propuso a la BBC realizar un documental sobre el tema que se estrenará en 1972, The Lost Treasure of Jerusalem (El tesoro perdido de Jerusalén). Después vendrían dos documentales más y una obra esencial que llevó el mito a la estratosfera del riesgo y la historia ficción: The Holy Blood and The Holy Grail (El Enigma sagrado), que vio luz en 1982 y que coescribió junto a Michael Baigent y Richard Leigh. ¿Qué cuenta esta obra? Pues sobre Rennes-le-Château básicamente lo mismo. Pero ahonda en la trama merovingia insinuada por De Sède, gracias a un extenso análisis de una serie de legajos depositados en la Biblioteca Nacional de París, con el nombre colectivo Dossiers Secrets, que exponían con una tremenda profusión de datos la historia aquella que se había insinuado en El Oro de Rennes: que una sociedad secreta, el Priorato de Sión, había estado custodiando el linaje secreto merovingio tras la muerte de Dagoberto II, sociedad secreta de la que había surgido la Orden del Temple y que había tenido como Grandes Maestres a gente de la talla de Leonardo da Vinci, Isaac Newton o Victor Hugo.

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Portada de The Holy Blood and The Holy Grail.

Claro que, en El Enigma Sagrado, se da un salto de fe tremendo al plantear que en realidad aquel linaje custodiado procedía, nada más y nada menos, que de los descendientes de Jesús de Nazaret y María Magdalena, que en algún momento del pasado se mezclaron con estos merovingios.

Además, en este libro se introduce la idea (ya comentada en uno de sus documentales), de que en aquel misterio tenía algo que ver el cuadro antes mencionado, Los pastores de la Arcadia, de Nicolas Poussin. Y es que resulta que no muy lejos de Rennes-le-Château, cerca de Arques, existió una tumba muy parecida a la del dichoso cuadro, con el que además parecía coincidir parte del paisaje del fondo. ¿Cuál es la importancia de esto? Pues que en uno de los dos pergaminos encriptados, el texto en claro hacía mención claramente a esta obra y a su autor, lo que lo relacionaba con el supuesto hallazgo de Saunière. Por cierto, es en esta obra donde, por primera vez aparecen para el gran público los mensajes ocultos en aquellos pergaminos (en la obra de De Sède, significativamente, no aparecen).

Y, además, en esta obra es donde Pierre Plantard, la principal fuente de información para Gérard de Sède, hace su estelar aparición para el gran público (aunque ya había parecido en el tercero de los documentales de Lincoln, The Shadow of the Templars. Y es que resulta que era, agárrense, el ultimo de aquel linaje sagrado del que hablábamos antes.

Lo que no dijeron Lincoln y compañía es que el tal Plantard era en realidad la mente pensante que había creado aquella supuesta sociedad secreta, El Priorato de Sión y que había sido el autor tanto de lo Dossiers Secrets como los pergaminos codificados (aunque acompañado por algún lacayo…).

Pero, ¿Quién fue realmente este señor y qué papel jugó en toda esta trama? Veamoslo:

PIERRE PLANTARD

El 18 de marzo de 1920 nació en París Pierre Athanase Marie Plantard. Sus padres fueron Pierre Plantard y Amélie Raulo. Años después afirmaría llamarse en realidad Pierre Plantard de Saint-Clair, pretendiendo con ello ser descendiente de la conocida familia de origen normando St. Clair o Sinclair, muy relacionada con el origen de la masonería, los templarios y la famosa, enigmática y escocesa capilla Rosslyn. Afirmaría además ser conde de Saint-Clair —de Saint-Clair-sur-Epte, un pueblo cercano a París— y conde de Rhedae —nombre que lleva sin utilizarse un milenio y título que no parece haber existido nunca—.

Desgraciadamente, para él no era así: su padre era un mayordomo y su madre, cocinera y viuda solo dos años después del nacimiento de Pierre —tras morir su padre, supuestamente, en un accidente de trabajo—. En los ochenta entregó una partida de nacimiento a los autores de El enigma sagrado en la que su padre aparecía con aquel título, pero estos investigadores dieron con la partida real y no decía nada de eso. Plantard se justificaría diciendo que durante la ocupación nazi modificaron la partida original y la sustituyeron para ocultar su estatus a los alemanes —algo que efectivamente se hacía. Sea como fuere, si eran de sangre noble, no ejercían como tales. Desde 1927 vivirá en un modesto apartamento de París junto a su madre, el cual pagaban gracias al sueldo de esta como cocinera y a una pequeña paga de viudedad que le quedó.

No se sabe mucho sobre sus primeros años. Hay quien dice que fue a la universidad a estudiar Arqueología tras acabar sus estudios primarios en 1939, y que allí conocería a Philippe de Chérisey, su socio en los posteriores embustes. Pero no está del todo claro y, desde luego, nunca presentó un título académico. Por otro lado, se dice que en su adolescencia trabajó como sacristán en la iglesia de Saint-Louis d’Antin de París.

Sí sabemos que su adolescencia se desarrolló en una época tempestuosa para Francia: el período de entreguerras, una época oscura y nihilista en la que la sociedad francesa necesitaba un nuevo renacer. Además, en el contexto internacional el comunismo había triunfado en Rusia y el fascismo en Italia. Y pronto lo haría Hitler en Alemania. El mundo estaba cambiando, y la sociedad con él. Europa estaba a punto de volver a arder y Francia se hallaba en todo el centro.

Pues bien, en este contexto, en 1937, con solo diecisiete primaveras, Pierre Plantard fundó una organización denominada Rénovation Nationale Française (Renovación Nacional Francesa), que, según apuntan algunos, llegó a tener diez mil miembros (aunque otros, como Luis Miguel Martínez Otero, afirman que eran dos mil en 1939, una cifra menor pero significativa). Eran aún menos, en realidad. Se tratará de una organización de ultraderecha, antisemita y antimasónica, influida, sin duda, por la Action Française de Maurras y otros movimientos juveniles como el de Canudo, y que organizaba reuniones y campamentos de verano.

Y esto cuando nuestro protagonista tenía solamente diecisiete años…

¿Cómo sabemos esto? Pues porque conocemos todas estas actividades iniciales de Plantard gracias a un informe policial del 8 de febrero de 1941 —cuando tenía veintiún años— que se elaboró sobre su persona. Y es que resulta que en diciembre de 1940, utilizando el apodo de Varran de Vérestra, mandó una carta al mariscal Pétain, entonces presidente de lo que quedaba de país, en la que le pedía ayuda para luchar contra la conspiración judeomasónica que amenazaba Europa y ofreciéndose a sí mismo y a una centena de hombres más que, dice, le siguen, para defender a Francia… Lo hizo a través de un tal monsieur de Brinon y se dice que «el envío de esta carta no era más que una especie de subterfugio diseñado para atraer la atención del jefe de Estado a la persona que la envió».

En ese informe, al que hemos tenido acceso, se mencionan sus orígenes, así como esas organizaciones que había creado. Rénovation Nationale Française solo tenía, según esta investigación, cien miembros en aquel momento —número que contradice las optimistas cifras mostradas por algunos y que parece mucho más probable—. El informe revela que en 1938 solicitó permiso para publicar un periódico de la organización titulado La Rénovation Française (La Renovación Francesa), solicitud que fue rechazada. Aun así lo editó y publicó como un panfleto gratuito, con una tirada de diez mil ejemplares —quizá venga de aquí la idea, a nuestro entender errónea, de que contaba con diez mil afiliados—. Después, tras la ocupación, intentó volver a publicarlo, pero se le denegaría el permiso.

Además lo definen como un tipo visionario y pretencioso. El informe policial afirma, literalmente, esto: «De hecho, Plantard, quien se jacta de tener vínculos con numerosos políticos, parece ser uno de esos hombres iluminados y pretenciosos jóvenes que dirigen grupos más o menos ficticios en un esfuerzo para parecer importantes y que se están aprovechando de la actual tendencia hacia la adopción de un mayor interés por los jóvenes con el fin de atraer la atención del Gobierno. La vida privada de Plantard no ha dado lugar a ningún comentario. No tiene antecedentes penales».

Así pues, en diciembre de 1940, con solo veinte años, había fundado ya dos asociaciones juveniles ultraderechistas, reaccionarias, antisemitas y antimasónicas, y se había dirigido directamente al jefe de Estado, Pétain, en plena guerra, para prestarle su ayuda y, a la vez, pedirla.

Ya apuntaba maneras…

VAINCRE

Y lo volvió a hacer, más grande y mejor. Y es que un tiempo después fundó algo más serio y pretencioso: la Orden Alpha-Galates, antecesor del futuro Priorato de Sion, y que sí tuvo una publicación, un boletín, propio: Vaincre (Vencer), un folleto gratuito de pocas páginas, de extrema derecha, que dirigía —y redactaba en gran parte— Pierre de France, como firmaba en aquel entonces Plantard, supuesto gobernador general de la Orden de los Alpha-Galates. Tenía su sede en el número 10 de la Rue Labouteux del distrito 17 de París; nada más y nada menos que… ¡el domicilio de Plantard!

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Portada de Vaincre, con una imagen de Pierre Plantard, por entonces, Pierre de France (http://www.templeofmysteries.com/priory-of-sion/pierre-plantard-the-grand-master.php)

 

Aunque siempre defendió que Alfa Gálatas fue fundada en 1934 por Georges Monti (un conocido personaje del mundo del ocultismo y las sociedades secretas, así como su supuesto mentor), no es hasta septiembre de 1942 (año en el que Plantard contaba veintiún primaveras), cuando tenemos la primera noticia de esta sociedad, en el primer número de Vaincre, donde se recogen los estatutos de la orden, así como sus objetivos: ayudar al renacer nacional, espiritual y religioso de Francia:  «erradicar de su alma los elementos patógenos, los falsos dogmas tales como el secularismo, el ateísmo, y los principios corrompidos de la vieja democracia judeo-francmasónica. De este modo, nuestra orden servirá como un laboratorio para una nueva patria ardiente, orgullosa y respetada, exactamente como la queremos construir. Queridos amigos, tal es nuestro propósito. Alpha-Galates os espera». Firmando, Pierre Plantard.

En definitiva, una sociedad apegada al zeitgeist del momento: antimasónica, antisemita, ultranacionalista, ultracatólica y conservadora. Y, como será tónica habitual en él, quiso engalanar la nueva sociedad, creada por él, con un pasado de alta alcurnia. Pero no, fue un invento suyo. Suyo y solamente suyo.

Sea como fuere, el sexto y último número de Vaincre fue el de febrero de 1943. No sabemos muy bien por qué. En aquella época, Alemania ya había tomado el control total sobre Francia y  quizá sus actividades no estaban tan cubiertas y protegidas como lo estaban con Vichy. Lo curioso de esto es que, años después, Plantard tendría el rostro de decir que en realidad Vaincre era la revista de la Resistencia francesa, y que tuvo que cerrar porque le pillaron y fue a la cárcel de la Gestapo… lo cierto es que otro informe policial, del 13 de febrero de 1945, se hace eco de esta sociedad, pero no se dice nada de que fuese encarcelado ni que tuviese antecedentes penales, pero sí esto: «Plantard parece ser un extraño joven que se ha salido de los raíles, y que parece creer que él y solo él es capaz de proporcionar a los jóvenes franceses un liderazgo efectivo».

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Curiosa imagen aparecida en uno de los números de Vaincre… (http://www.nouvelordremondial.cc/2012/01/19/nouvelle-aube-nazi-lordre-dalpha-galates/)

 

Sea como sea, desde entonces desaparece del mapa, viviendo a medio camino entre Suiza y Francia. Y estuvo involucrado en algún tipo de fraude financiero que le llevó a prisión, aunque, por desgracia, este es un episodio no aclarado en su biografía. En realidad parece que fue condenado por malversación de fondos, y solo a unos meses. Plantard diría años después que se debió a una serie de transacciones de oro que hizo para ayudar a la causa del general Charles de Gaulle, que, tras dimitir como presidente, era reclamado, a finales de los cincuenta, por las derechas durante los complicados momentos de la Crisis de Argelia, en los que se pensaba que era el único que podía evitar la independencia de la colonia africana.  De hecho, Plantard, constructor del mito de su propia persona, diría a posteriori que había sido uno de los jefazos de una sublevación en la sombra, organizada por la extrema derecha y el ejército, para rehabilitar a De Gaulle en su cargo.

EL PRIORATO DE SIÓN

Pero lo importante es que, por esta misma época, realizó su gran creación: el 25 de junio de 1956, en la subprefectura de Saint-Julien-en-Genevois (Haute-Savoie), ajustándose con la ley francesa de asociaciones de 1901, registró el Priorato de Sión (con el subtitulo Chevalerie d’Institutions et Règles Catholiques, d’Union Indépendante et Traditionaliste, CIRCUIT, nombre también de su boletín interno) como una sociedad católica destinada a restituir la antigua caballería, y realizar estudios y proporcionar ayuda mutua entre los asociados.

Aunque, ¿qué tiene todo esto que ver con Rennes-le-Château? Veámoslo: Ni Alga Gálatas ni el Priorato de Sión, en un principio, tenían nada que ver con el tema. Pero, tras el libro que escribieron juntos Plantard y De Sède sobre el supuesto tesoro de Gisors, pusieron su mirilla en nuestro querido pueblo en busca de otro tesoro. Y esto tuvo que ocurrir en algún momento a principios de los sesenta, cuando ambos, o solamente Plantard, entraron en contacto con Nöel Corbu, posiblemente enterados del tema gracias a los artículos de la Dépêche du Midi.

Sea como sea, rápidamente la maquinaria de Pierre Plantard se puso a trabajar para confeccionar su obra maestra, una monumental propuesta de historia-ficción en la que mezclaba la historia antigua de la orden que acababa de crear, el Priorato de Sión, totalmente inventada, y la trama de Saunière en Rennes-le-Château. Y todo ello vio la luz, por primera, vez en los dichosos Dossiers Secrets de los que ya hemos hablado anteriormente, fuente de inspiración para las obras El Oro de Rennes y El Enigma Sagrado, entre muchas otras.

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Varias páginas de los famosos Dossiers Secrets.

 

Los Dossiers Secrets son una serie de legajos depositados entre 1964 y 1967 en la Biblioteca Nacional de París, con autores inventados, y confeccionados de una manera muy tosca: algunos son meras fotocopias, otros folios mecanografiados con fragmentos de otros textos pegados, otros genealogías complejísimas, otros supuestos extractos de otros libros… vienen a argumentar, con variantes, que lo encontró el abad Saunière fue, por un lado, los dos famosos pergaminos, que vinculaban a los merovingios y a Poussin y su Arcadia en la trama; y por otro lado, una serie de genealogías que demostraban la supervivencia del linaje merovingio, aportadas por la familia Hautpoul, los señores de Rennes. Estas genealogías serían usadas por unos ficticios expertos para demostrar que los merovingios se fueron mezclando con varias casas nobles francesas, entre ellas la casa de los condes de Lorena, la casa de los condes de Bar, la de Plantard, la de Saint-Clair y la de Bouillon.

Pero además, los Dossiers Secrets pretendían demostrar que ese linaje había sido custodiado en la sombra por una organización llamada el Priorato de Sión, fundada por un representante del linaje, Godofredo de Bouillon, en 1090, y que había tenido como Grandes Maestres a una serie de personajes interesantes: unos conocidos (como Da Vinci, Victor Hugo o Newton), otros desconocidos pero pertenecientes a algunas de las familias del linaje, y algunos personajes relacionados con la alquimia (Nicolas Flamel, Robert Fludd) o con las incipientes sociedades secretas (Robert Boyle, Charles Radclyffe, Valentin Andrea…)

Por cierto, el último miembro de todas aquellas genealogías y, por lo tanto, legitimo descendiente (según él) al trono francés, era ni más ni menos que… Pierre Plantard.

¿Cómo no?

No en vano él había sido el autor de estas obras, que eran a la vez una muestra de imaginación desbordante y un estudio histórico tremendo, tanto del tema de Rennes-le-Château como de la historia de Francia en el último milenio. Y fue Plantard el que indicó a De Sède la existencia de esta documentación “secreta”, que usaría éste en su libro El Oro de Rennes para adornar la historia previa narrada por Corbu y para relacionarla con el linaje merovingio, aunque, curiosamente, no se mencione al Priorato de Sión. Y fue Plantard el que aportó gran parte de la información que aceptaron como válida los autores de El Enigma Sagrado, con los que llegó a interactuar bastante.

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Pierre Plantard y Philiphe de Chérisey en las cercanías de Rennes-le-Château (http://lamochiladelaura.wordpress.com/2013/05/13/)

 

Sea como sea, tras esta última obra, Plantard se hizo un personaje bastante conocido, que aparecía en numerosos entrevistas y que aportaba información a varios autores más. Después la cosa se puso fea: se enemistó con De Sède y con su gran complice, Philiphe de Chérisey (supuesto autor de los falsos pergaminos). Y, debido a que ya habían surgido bastantes críticas sobre la veracidad de sus afirmaciones, en 1989, dio un giro radical a la trama, negando ahora, de buenas, todo el pasado del Priorato de Sión anteriormente contado: había sido creado en realidad en Rennes-le-Château en 1738 por un miembro de la familia Hautpoul, así que solo los Grandes Maestres a partir de esa época eran reales. ¿Qué es todo esto? Pues por algún motivo, en 1989, Pierre Plantard decidió volver al candelero, y lo hizo deconstruyendo todo lo que había construido durante más de treinta años. Aniquiló y repudió todo el pasado templario, inventando un nuevo pasado más verosímil, aunque de nuevo falso, en el seno de los Hautpoul de Rennes y en el siglo XVIII.

Quizás el motivo fue que se había dado cuenta de lo tremendamente ridícula que era la versión anterior.

En definitiva, gran parte del misterio que rodea Rennes-le-Château procede de una contaminación dirigida, coordinada y dosificada por Pierre Plantard. Gran parte de la imaginería de este misterio (los pergaminos, los Dossiers Secrets, la relación con determinadas sociedades secretas, la trama merovingia, la relación con el linaje sagrado…) procede de Plantard, con la complicidad, todo sea dicho, tanto de Corbu, como de varios escritores…

Pero, oiga, que quede clara una cosa: antes de que este fenómeno se hiciese famoso, ya se hablaba de él, aunque en una escala más pequeña. Por ejemplo, tenemos, veinte años antes de los famosos artículos de Noël Corbu, en 1936, a un tal Jean Girou que escribió una obra sobre un viaje que realizó por la zona, titulada L’Itinéraire en Terre d’Aude (El itinerario por tierras del Aude), en la que ya se asocian las extrañas construcciones de Rennes con el supuesto hallazgo de un tesoro por parte de un cura local. En un extracto de dicha obra dice lo siguiente:

“A la salida de Couiza, una carretera asciende abruptamente hacia la izquierda. Ese es el camino de Rennes-le-Château. Sobre la cresta de la meseta se recorta un decorado singular: casas en ruinas, un ruinoso castillo feudal que sobresale y se confunde con el acantilado; también villas y torres con miradores, nuevas y modernas, que contrastan de forma extraña con las ruinas. Esta es la casa de un sacerdote que construyó esa suntuosa mansión con el dinero, dicen los lugareños, ¡de un tesoro descubierto!”

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Portada del libro de Jean Girou.

 

Esto demuestra que Corbu no se sacó de la manga la historia del tesoro como explicación de la riqueza de Saunière. Ya se hablaba de ello en el pueblo, por lo menos, veinte años antes.

Por otro lado, el 4 de marzo de 1948 —doce años después de que Girou publicara su libro, y dos desde que la familia Corbu se fuera a vivir con Marie Dénarnaud— apareció un artículo firmado por un tal Roger Crouquet titulado «Visite à une ville morte: Rennes-le-Château, autrefois Capitale du Comté de Razès, Aujourd’hui bourgade abandonnée» (Visita a una ciudad muerta: Rennes-le-Château, antiguamente capital del condado de Razès, hoy aldea abandonada) y que fue publicado por el magacín belga Le Soir Illustré, del que era corresponsal. Crouquet había ido a la zona del Aude para visitar a un amigo suyo, Jean Mauhin, un belga que había montado una fábrica en Quillan. Fue él quien le propuso visitar Rennes-le-Château, pues estaba enterado de la extraña historia del cura local. En dicho artículo se hace la primera referencia escrita que se conoce sobre Bérenger Saunière, del que dice que, según le contó un lugareño, era «un sacerdote extraño que prefería el vino y las mujeres a practicar el sacerdocio. A finales del siglo XIX tuvo una original idea: puso en periódicos extranjeros, sobre todo en Estados Unidos, un anuncio en el que afirmaba que el pobre cura de Rennes-le-Château vivía entre herejes y que los recursos de que disponía para ello eran bastante exiguos. Provocó así en cristianos de todo el mundo una profunda lástima al relatar que la vieja iglesia, una joya arquitectónica, se veía abocada inevitablemente a la destrucción si los trabajos de restauración no se llevaban a cabo lo antes posible». Crouquet menciona, además, que «la pila de agua bendita, que adorna la entrada a la capilla, es llevada por un demonio con cuernos y pezuñas. Una anciana nos dijo: “Es el viejo sacerdote, convertido en un demonio”.».

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Artículo de Rouger Crouquet.

 

Significativamente, haciéndose eco de lo que le cuentan los lugareños, no menciona el hallazgo de ningún tesoro, pero sí habla del tráfico de misas y de las donaciones que recibía de sus fieles.

Esto nos demuestra que entre los habitantes de Rennes-le-Château se manejaban, ya antes de Corbu —al que, curiosamente, no se menciona para nada, a pesar de que por entonces vivía ya en el domaine del abad—, ambas tentativas de explicar el misterio de la riqueza de Saunière: el tesoro de la reina Blanca y las misas.

Había misterio antes de Plantard… y lo sigue habiendo.

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