Llegué con el tiempo justo, con el estómago revuelto y con cierto jet lag. Pero la ocasión merecía concentrarse, ubicarse y dar lo mejor de mí mismo, que no es que sea mucho, pero es mío. Mi mí mismo. Claro, uno llega de pronto a esa ciudad tan grande, con tanto coche, tanto rascacielos, tanta gente y tanto de todo, que se siente un poco como Paco Martínez Soria en sus pelis. Y eso que soy una persona leída y viajada, como describía mi abuelo al médico de mi pueblo, pero, acostumbrado como estoy a mi pueblo en el mar, a mi playa y a mosquearme si tengo que aparcar a más de diez metros de la puerta de mi casa, todo aquello me dejó desprotegido y desorientado. A lo Paco Martínez Soria, como iba diciendo, y como le dejé bien claro al amigo Jordi mientras conducía por esa Diagonal más larga que un día sin pan.