Homo insolitus 5: El fraude es un arte

Homo insolitus 5: El fraude es un arte

 

En 1973, el genial director de cine Orson Welles realizó una extraña película llamada F for Fake (Fraude, se llamó por estos lares), aprovechando los descartes de un documental para televisión que había realizado un tal François Reichenbach en 1968 y rodando un poco de material extra, que giraba en torno a la dualidad realidad-ficción en el arte y en la vida. Y para ello se hizo eco de la historia de uno de los falsificadores de cuadros más famosos que han existido: Elmyr de Hory, todo un Homo insolitus que merece la pena conocer.FRAUDE (9)

Nació en 1906, en el seno de una pudiente familia de aristócratas judíos de Budapest, según afirmó toda su vida. Pero, nada más alcanzar la mayoría de edad, se marchó a París, centro de la bohemia cultural del momento, con gentes como Matisse, Picasso o Dalí pululando por sus calles, decidido a dedicarse, como todos estos, a la pintura. No tuvo demasiado éxito. Aun así, sobrevivió en la capital gala hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando fue detenido por la Gestapo por su homosexualidad y por sus orígenes judíos. Por fortuna, consiguió huir antes de que fuese trasladado a algún campo de concentración, gracias a un descuido de sus captores.

Regresó a Budapest, donde permaneció escondido hasta el fin de la contienda, momento en el que decidió regresar a París, eso sí, en unas condiciones mucho menos favorables que las que tuvo en su anterior estancia, ya que su familia había perdido todos sus privilegios tras la guerra. Estuvo un tiempo viviendo casi en la indigencia, hasta que un día sucedió algo trascendental: una amiga suya se quedó maravillada ante una obra suya que parecía un Picasso auténtico y que compró por una escandalosa cifra.

Fue el inicio de una carrera delictiva que desarrolló durante décadas: se dedicó profesionalmente a pintar cuadros imitando el estilo del pintor malagueño, pero sin copiar las obras originales, por lo que, siendo estrictos, no eran falsificaciones. Lo hizo tan bien que consiguió colocar algunas de sus obras en varias galerías de arte. Además, fue mejorando, tanto que llegó a dominar a la perfección los estilos de Matisse, Modigliani y Renoir. El mercado se ampliaba.

Elmyr se asoció por aquella época con un tal Jacques Chamberlin, con el que viajó por Europa y América colocando sus cuadros, hasta que el pintor descubrió que su socio se estaba llevando más dinero del acordado. Se planteó dejar el negocio y comenzar a crear sus propias obras, pero al no encontrar mercado para sus creaciones terminó regresando a sus actividades clandestinas.FRAUDE (8)

El tipo tampoco era tonto y tomaba precauciones: vendía las piezas por correo y nunca las firmaba. Recrear el estilo de un artista, al fin y al cabo, no es un crimen, siempre y cuando no se intente vender como obra original. Por eso no las firmaba. Pero los diferentes asociados que tuvo a lo largo de su vida se encargaron de ello, a escondidas… Así lo hicieron Fernand Legros, y su pareja, Real Lessard, que se convirtieron en sus distribuidores durante un tiempo. Le estafaron durante años, pagándole un sueldo mensual increíblemente bajo, unos 400 dólares semanales, si tenemos en cuenta lo que cobraban por sus trabajos.

Cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde. Elmyr pudo comprobar, atónito, como varias de sus pinturas alcanzaban precios desorbitantes en las galerías de arte. Por si fuera poco, en 1955 logró colocar uno de sus Matisse en el museo Fogg Art de Harvard, aunque la trampa fue descubierta y las autoridades comenzaron a investigar. Fue el comienzo de su permanente huida: en 1961 se trasladó a Ibiza, acompañado por Legros y Lessard, donde continuó con sus fraudes pictóricos, haciéndose pasar nuestro protagonista por un adinerado coleccionista de arte.

Pero poco después, hacia 1964, cuando ya tenía 58 años, empezó a cansarse de hacer falsificaciones. La Interpol, además, estaba cada vez más cerca y cada vez más motivada, sobre todo cuando un magnate texano del petróleo, Algur H. Meadows, denunció que un tal Legros le había colocado 56 cuadros falsos. Que se dice pronto…

Finalmente, en agosto de 1968 un tribunal español, después de juzgar y condenar a Legros y Lassard por fraude y falsificación de cheques, lo impuso una condena de dos meses de cárcel por su condición sexual, por convivir con delincuentes y por «carecer de medios demostrables de subsistencia». Pero no pudieron acreditar que era un falsificador, ni que había ejercido estando en España.

Cumplió su condena y un año después, en 1969, conoció en Ibiza a Clifford Irving, un escritor venido a menos que acabaría redactando su biografía: Fake! La historia de Elmyr de Hory el falsificador más grande del arte de nuestro tiempo. En un curioso giro del destino, este señor creó su propia falsificación, una falsa autobiografía del magnate Howard Hughes por la que llegó a ser denunciado, pero que le hizo famoso. Pues bien, la peli de la que hablábamos al principio, F for Fake, de Orson Welles, recogía varias entrevistas que el tal François Reichenbach había realizado tanto a Elmyr como a Irving, y sobre estas levantó Welles su estudio sobre la falsedad del arte y la verdad del fraude artístico: en la película, Elmyr se pregunta por qué sus falsificaciones eran inferiores a las obras de los artistas que imitó… ¿Acaso no debían tener un valor similar?Elmyr-de-Hory

Sea como fuere, a principios de los setenta intentó por enésima vez vender sus propias obras, de nuevo sin éxito. Sus días terminaron poco después, en 1976, en Ibiza. El gran falsificador había vendido más de mil obras falsas de pintores de la talla de Picasso, Matisse, Renoir, Modigliani, Toulouse-Lautrec, Gauguin o Chagall. Hasta la revista Time llegó a concederle una portada. Se cuenta que el propio Picasso llegó a dar por válida una de sus obras.

Nunca fue rico. «Teníamos que mantenerle pobre para que siguiera a nuestras órdenes», contaba tras su muerte el cínico Lessard. Pero el destino es maldito y traidor: tras su muerte, sus pinturas se convirtieron en objetos de colección valiosos. Eso sí, no está tan claro que muriese aquel año: no hace mucho se reeditó la biografía de Clifford Irving, que incluía un capítulo extra inédito en el que aseguraba que Elmyr no había fallecido, sino que se había marchado a vivir a Australia, donde continuó con sus labores…

Por cierto, y para terminar: su verdadero nombre era Elemér Hoffman y procedía realmente de una familia de clase media húngara…hasta en esto mintió. Y quién sabe en qué más.

Publicado el domingo 21-05-2017 en La Voz de Almería

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