Homo insolitus 60: El trágico fotógrafo de la tragedia

Homo insolitus 60: El trágico fotógrafo de la tragedia

El 26 de marzo de 1993, el New York Times publicó una terrible imagen de una niña sudanesa famélica con un buitre que parecía mirarle amenazante, como esperando el momento oportuno para hacerse con su presa. La fotografía fue obra de un fotógrafo sudafricano llamado Kevin Carter, que acabó ganando el premio Pulitzer, precisamente, gracias a esta impactante instantánea. Lo que pocos saben es que Carter se suicidó un año después, en 1994, cuando tenía solo 34 años.

Carter nació el 13 de septiembre de 1960 en Johannesburgo, en pleno Apartheid, y con tan solo 23 años comenzó a trabajar como reportero gráfico para  The Johannesburg Star, medio para el que realizó algunos reportajes sensacionales sobre las atrocidades del régimen racista sudafricano, con el cada vez se mostraba más crítico, pese a haber nacido, precisamente, en una familia blanca y privilegiada.

Diez años después, en 1993, se marchó a Sudán junto al también fotógrafo Joao Silva con la intención de informar sobre la guerra civil que se estaba desarrollando en aquel país y sobre la terrible hambruna que estaba asolando a sus gentes —dentro de la operación Lifeline Sudan organizada por UNICEF y otras agencias humanitarias—. Después de aterrizar en Nairobi, se trasladaron hasta la ciudad de Ayod. Y fue allí donde sucedió todo.

Carter explicó que observó la escena (según dijo una niña haciendo sus necesidades), la fotografió y no volvió a saber nada más de aquella niña. No se enteró de si el buitre se la comió o si logró sobrevivir. Eso sí, esperó un rato para intentar captar una toma aun mejor, con el buitre abriendo sus alas, pero no lo consiguió.

Unas horas después, Carter y Silva se marcharon a otro lugar de Sudán para continuar con su trabajo. Y unos días más tarde, el 26 de marzo, el New York Times compró la fotografía y la empleó para ilustrar un reportaje sobre la contienda africana escrito por Donatella Lorch. El impacto fue tremendo. Cientos de personas contactaron con el diario para informarse sobre qué había pasado con la joven de la imagen. A todos les dijeron que, según Carter, no pasó nada. El buitre se fue.

La imagen fue entendida como un símbolo de lo que estaba sucediendo en muchos países africanos: la niña representaba a la empobrecida y hambrienta población y el buitre al capitalismo… y Carter, como aséptico captador de la imagen representaba la indiferencia del resto de la sociedad. De hecho, fue criticadísimo por no haber hecho nada por ayudar a la joven en tan terrible situación. Muchos consideraron que el auténtico carroñero era él. Y no lo llevó demasiado bien…

Esto, junto con la muerte de un compañero y amigo, Ken Oosterbroek el 18 de abril de 1994, mientras cubría un tiroteo en Johannesburgo, hizo que entrase en una profunda depresión; aunque parece ser que ya la venía arrastrando desde un tiempo antes, debido, entre otros factores, a sus problemas con las drogas y a una personalidad algo desordenada.

El 27 de julio de 1994 Carter, unas semanas después de regresar a Sudáfrica, condujo hasta Parkmore, una zona cercana a Johannesburgo donde jugaba de pequeño. Aparcó el coche en un descampado, metió una manguera en el tubo de escape y colocó el otro extremo en la ventana del lado del conductor. Murió de intoxicación por monóxido de carbono. Tenía 33 años.

Esto dijo en su nota de suicidio:

“Estoy deprimido […] sin teléfono […] dinero para el alquiler […] dinero para la manutención de los hijos […] dinero para las deudas […] ¡¡¡dinero!!! […] Estoy atormentado por los recuerdos vividos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor […] del morir del hambre ó los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos […] Me ido a unirme con Ken, si soy yo el afortunado. KC.”

Cuatro meses antes le habían concedido el Premio Pulitzer de fotografía.

João Silva, el fotógrafo que le acompañó en Sudán, contó un tiempo después una versión diferente de los hechos. La chica de la imagen estaba ya siendo atendido por los organismos humanitarios —lleva en su mano derecha, como pueden comprobar, una pulsera de plástico de la estación de comida de la ONU—. Además, la fotografía no mostraba la realidad. El buitre estaba a unos diez metros y no estaba pendiente de la criatura. Carter manipuló los objetivos de su cámara para que pareciese que estaba mucho más cerca.

Catorce años después, en el año 2007, un equipo de periodistas viajó al lugar y logró constatar que el pequeño había conseguido sobrevivir a la hambruna y a la guerra, aunque terminó falleciendo en 2003 por culpa de unas fiebres.

Su nombre era Kong Nyong.

Y en realidad era un niño.

 

Publicado el domingo 18-11-2018 en La Voz de Almería

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